No es extraño escuchar que los deportistas tienen que atravesar una odisea para llegar a disputar los Juegos Olímpicos, pero hay pocos casos en que la hipérbole esté justificada.
Cuando el motor de la precaria embarcación para seis personas en la que viajaba Yusra Mardini, junto a su hermana Sarah y otras 18 personas, se negó a arrancar en medio del mar Egeo, ambas tuvieron que lanzarse al agua con la determinación de salvar su vida y la de sus compañeros de embarcación.
Difícilmente podía imaginar Mardini que, pocos tiempo después de salvar su vida en las aguas del Mar Mediterráneo, iba a estar nadando en la piscina olímpica de Río de Janeiro y luego en Tokio, junto a las mejores deportistas del mundo.
«No hablamos el mismo idioma y somos de diferentes países, pero la bandera Olímpica nos une a todos y ahora estamos representando a 60 millones de personas alrededor del mundo. Estamos muy felices juntos como equipo», afirmó Mardini, refiriéndose al Equipo Olímpico de Atletas Refugiados.